jueves, 29 de abril de 2010

El infante Rimbaud



ORACIÓN DE LA TARDE


Como un ángel en manos del barbero, sentado
Vivo. Y empuño un chop de acentuadas estrías.
Una pipa en los dientes y el epigastrio inflado,
En el aire que surcan inciertas travesías.

Como las heces cálidas de un palomar vetusto,
Mil sueños en mí dejan una dulzura ardiente:
Y así mi corazón es como un triste arbusto
Que tiñen rojas gotas de un oro icandescente.

Y una vez que a mis sueños me los volví a beber,
Cauto, después de treinta o cuarenta festejos,
A calmar me retiro el acre menester.

Dulce como el Señor del cedro y los hisopos,
Meo hacia el cielo ardo, muy arriba y muy lejos,
Con la equiescencia de los grandes heliotropos.

1 comentario:

  1. otro amigo, otro gran amigo que me acompaña en mi eterna soledad, quizas ese sea nuestro definitivo destino

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